En este blog se trata de SEGUIR PESCANDO a través del texto para mantenernos conectados con la pesca. Y el de promover diferentes acciones o actitudes para que podamos SEGUIR PESCANDO a través del tiempo.
Aquí encontré la forma de agrupar y compartir algunos textos publicados en diferentes medios donde tomé participación, con el solo interés de difundir mis experiencias y opiniones.
Espero continuar agregando notas que puedan tener interés en los lectores que quieran SEGUIR PESCANDO.

lunes, 7 de marzo de 2011

Pesca del Tucunaré (tur)

Fabio Baena - Publicado en http://www.tumejorpesca.com/ - 2009
Pesca con Mosca del Tucunaré en el río Sucundurí. (Una visión más turística)

Casi un año atrás había leído una nota de pesca en el Amazonas, sobre el Río Sucundurí, y en octubre de 2008 me encontraba con mi equipo de pesca con mosca embarcando en Ezeiza para convertir en realidad tantas ilusiones generadas por ese artículo. Haciendo escala en San Pablo arribamos a Manaos, apenas tocamos tierra nos pusimos nuevamente en vuelo hacia Nova Olinda. Desde el aire pudimos ver un gigante tapiz verde garabateado por caprichosos meandros y múltiples lagunas manchadas por degradados marrones. Así llegamos a esta localidad ubicada en la ribera del Río Madeira, donde terminamos el transito aéreo para comenzar a movernos por agua a bordo de un pintoresco barco acondicionado a los efectos de este viaje. Zarpamos ya casi cayendo la tarde, mientras los pescadores empezábamos a convivir y demostrar nuestras habilidades que pondríamos en evidencia en los próximos días.
Rodeados de un paisaje único esa noche nos alcanzó sin prisa; mientras la brisa de la lenta navegación creaba un ambiente muy relajado. Recuerdo que en lo más extremo de la popa, me recosté de espaldas con los brazos extendidos sobre la baranda, observando un cielo totalmente estrellado y el horizonte iluminado con intermitentes destellos de alguna tormenta lejana. Recién a estas instancias comencé a tener una real sensación de dónde estaba yo en ese momento: conquistando una de mis mayores ambiciones.
Navegando llegaron las primeras luces del amanecer y la ansiedad por alistar los equipos. Así cada uno ligaba a la baranda de popa su denso racimo de cañas, dando evidencias del objetivo del viaje.

El barco detuvo su marcha para soltar amarras en una margen del Río Sucundurí, este era el punto de encuentro con los botes de pesca. Desde la alta borda observaba con atención las maniobras que llevaban a cabo los asistentes de la excursión equipando estos botes, mientras tanto intentaba interpretarles un lenguaje propio de gestos, risas y palabras simpáticas a mis oídos. Con esta gente conviviríamos varios días, y son quienes habitan en la región, muy respetuosos y por demás de serviciales, de pocas palabras con mucho significado, atentos para cubrir cualquier necesidad que se planteara, y demostrando un agradecimiento especial cuando nosotros nos contentábamos por poder acceder y disfrutar de sus maravillas naturales.
Con una propuesta de pescar remontando el río hasta llegar al campamento, recibimos las ultimas instrucciones. Embarqué en el bote que me correspondía y un grito de fondo atravesó el sonido del motor fuera de borda; ¡Boa pescaría!!!. Así pusimos proa a la realidad, donde ya cada papel se mojaba perdiendo su letra. Acá se terminaron todas las teorías, ahora había que ponerlas en práctica.
La navegación fue de unos veinte minutos por el cauce principal del río; éste mostraba rasgos evidentes que se encontraba en uno de sus niveles más bajos, reduciendo las áreas de dispersión de los peces, creando una condición especial para la pesca.
El bote bajó la marcha para embocar en un angosto arroyo de agua muy clara y correntosa. Serpenteaba de lado a lado con algunos viejos árboles caídos en sus márgenes, según mis hábitos de pesca mostraba un ambiente ideal “para poner una mosca”, solo con la mirada acompañaba la ilusión que hubiera un pez en cada “hueco”. A poco de navegar, ese tramo se fue ampliando hasta formar una gran laguna casi redonda, de la que se abrían en forma radial algunos apéndices de agua. El bote buscó la margen derecha con un suave movimiento propulsado ahora por el silencioso motor eléctrico montado en popa.

El agua mostraba una imagen de simetría perfecta, como si cada objeto que la tocaba se apoyara en si mismo. Anillos concéntricos dispersos en el plano denotaban que ese espejo tenía vida.
Me cuesta encontrar esos instantes en mi mente, no sé cuanto había avanzado la mañana como tampoco recuerdo algún sonido en el aire, ni la sensación térmica, que no es poco; mi concentración en la pesca había bloqueado todos los sentidos. Lejos un chapuzón desvió mi atención, el agua se movió cerca de un tronco caído, y mi corazón comenzó a latir más fuerte. Recién en estas instancias tomé mi equipo de pesca con mosca. Un tanto agazapado descargué del reel varios metros de línea como para alcanzar el horizonte. Levanto la caña para intentar un lance, y la mano temblorosa dejó caer desprolija la línea a mitad del recorrido. Ni quiero recordar la cara del “piloteiro”, pensando que ese día le tocaba un pescador  complicado.
Me detuve un instante para entender ahora donde estaba pescando, el espacio que me contenía, el tiempo por delante y las buenas perspectivas de pesca. Debía asimilar esta situación, este ambiente, relajarme y comprender que alrededor mío todo estaba igual.
Nuevamente fijé el objetivo y esta vez la línea alcanzó el lugar pretendido, mientras  la mosca se hundía, con mi caña le di vida. Sentí un tirón en mi mano tratando de llevarse la línea, con poca resistencia pude arrimar hasta el bote un atrevido Tucunaré de treinta centímetros que escogió mi engaño para alimentarse. Resulto ser el primer pez amazónico que tomó contacto con mis manos.

Con el pulgar en su boca, lo trabé del labio inferior, como lo había visto en miles de fotos. Recién ahí me di cuenta que ese método era muy sencillo para mí y sano para el pez. Esta acción de tomarlo con “las manos limpias”, sin objetos mediante, tiene un sentido especial: el contacto entre ambos es más directo y me considero más cerca del animal, que como tal lo respeto. Además me produce un placer particular cuando empiezo y termino yo mismo la captura, creo que es parte del acto completo de pescar.
Así transcurrió el resto del día, con varios peces mas atrapados, sobre todo de mayor porte. Fue entonces cuando comencé a justificar la pasión que “El Tucunaré” genera en los pescadores. Con muchas aptitudes de la que esperamos encontrar en un pez.
Sorpresivo y violento que lo torna explosivo; astuto para ocultarse, antes y después de haber tomado el engaño. Dueño de su espacio y agresivo con el que se atreve a invadirlo. De carácter recio, malo. Con un físico voluminoso, de poca grasa y muchos músculos para batir cada una de las grandes extremidades, dándole potencia y facilidad de maniobra. Esto no es poco para sentirlo en el extremo de un aparejo extremadamente simplista como lo es un equipo de pesca con mosca.

A oscuras llegamos al campamento, entre aciertos y fracasos pasaron las anécdotas, mientras nos turnábamos para tomar una cálida ducha. Una cena relajada nos acompaño antes de irnos a las carpas, sin dejar de escuchar y hablar sobre el único tema que nos convocaba.
La actividad en el campamento empieza muy temprano, casi sin luz natural se le va ganando tiempo al día, en el desayuno mas o menos se reacomodan los equipos para embarcar en pocos minutos. Los primeros y últimos momentos del día, estimo, son los más provechosos y se debe estar listo para estos.
Las jornadas venideras repitieron el esquema; se pesca hasta el mediodía solar, en este lapso dos peces pescados no son devueltos a su ambiente, elegidos para comerlos de diferentes maneras típicas, con la simpleza del ambiente y el sabor de lo agreste.

Mientras, es saludable darse un chapuzón en aguas verdaderamente naturales. Un descanso en las horas más calurosas del día es vital para regenerar las energías. Para eso se acondiciona un lecho colgante en forma de hamaca, bajo un denso follaje que nos aísla del cielo.
Sobre las últimas luces del día se presenta una alternativa de pesca muy especial. El Tucunaré busca de agruparse en las “praias” y es una buena ocasión para intentar su pesca. Si bien la mayor parte del tiempo se pesca embarcado, esta oportunidad permite estirar las piernas, bajarse del bote y caminar por la arena. Esta experiencia cambia la sensación de seguridad que nos da el bote, pero se siente mas plena la libertad de la selva, mientras cae la luz crece el misterio de los sonidos que se modifican a espaldas nuestras. A toda esta escena se le debe agregar un enérgico Tucunaré forzando nuestra vara a través de la línea tensa que zumba tajeando la superficie del agua.
No tiene sentido en este caso magnificar lo que es la amazonía y la multiplicidad de situaciones que se pueden presentar en esta, solo puedo mencionar que durante 7 días estuve conviviendo en una ínfima porción de selva, bordeándola desde el agua; esto me permitió sentir como parte del ambiente, entender que el cuerpo no necesita accesorios extraños para interactuar con la naturaleza. La tierra y el agua, con su flora y fauna, nos acepta y tolera con menos requisitos que una gran urbe, acompañar su ritmo nos arrima, y en tal sentido es responsabilidad de cada uno compensar este tratamiento con respeto, aceptando simplemente que ahí somos intrusos y se hace lo que la madre manda.
Es muy difícil describir desde un teclado la sensación de convivir en ese ambiente, sumado a la pesca, el servicio y los amigos; desde el corazón ahora, debo admitir que fue una experiencia única y memorable.
Es más difícil aun volver a la realidad cotidiana. Ahora viene lo mas lindo, volver a soñar.


Fabio Baena - Publicado en http://www.tumejorpesca.com/ - 2009

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