Apenas arranqué con esto de las moscas, los primeros intentos fueron en arroyos de acceso a pata, sobre todo en sus tramos de suelos fracturados y aguas rápidas que disponían de un dominio acomodado al Dorado…
Recuerdo que mi primera caña fue de fibra de vidrio y mango en goma espumosa, a partir de una buena oferta dispuesta por la Asociación Rosarina que proponía dar estímulo a los iniciados. ¡¡valla si lo hizo!!.
Ahí nomás, con los pesos que rendían poco en época cambiaria jodida, rejunté buena parte de mi equipo portuario y de mar para salir a la calle con el atadito al hombro buscando un nuevo destino… llevaba una vara importada de tres metros sesenta para lance, equipada con su cacerola en tambores de aluminio para competición, y también un malacate rotativo con caña maciza de roldana en la punta para embarque. Artillería bien pesada. Con esto estaba dispuesto a abandonar un estilo conformista y estático.
Así logré el canje en un comercio multirrubro pesqueril, haciéndome de una línea y reel económico que vistiera mi nueva hijita adoptada, más algunos materiales de atado que sirvieron para engendrar mis primeras moscas típicas para Dorado… Concretamente, me afanaron en el trueque, pero me fui feliz y contento de haber completado la metamorfosis.
Listo para encarar esos arroyos, con un doradito por finde y a veces nada, fue suficiente para contraer la fiebre del oro. Ese fervor embriagante por saber más del virus me llevó a cambiar un estilo de vida, a ocupar mas el mate cuando estoy lejos del agua que cuando estoy cerca. Y acá empezaron los problemas… que sin solución no hubieran sido problemas.
Sin dudas, las habilidades físicas en esas tierras disponen de límites que a cada uno le va ajustando las medidas del campo pesca. Mi condición corporal me marginaba a las márgenes casi sin mojarme “la pata”… paradojeando el dicho popular, “para pescar hay que mojarse las patas”, y mi duelo mecánico buscó alzarse ante la lógica de arrimarse al bicho.
Por el contrario, si yo no puedo alcanzar al escamoso paso a paso, de alguna forma llegaré a él… eso me fue llevando a ajustar el equipo, amaestrar la distancia en el lance, o estirar el zoom desde un punto fijo y ampliar el ángulo de enfoque, y especialmente a presionar el ingenio para esbozar las primeras moscas que requerían de una característica distinguible a mi demandante “capacidad diferente” (Que término mas ridículo, por no decir pelotudo, quien no tiene sus capacidades diferentes, desde Messi a cualquier persona que nos rodea tendrá alguna capacidad que lo diferencia)… Lo cierto es que con moscas “convencionales” dejaba el culerio de alambres en cada piedra donde arriesgaba un poco más el tirito… El límite me obligaba a buscar largas metas; y a mayor línea fuera del reel, mayor riesgo de anclar en piedra, a distancias fuleras de recuperar la mosca para seguir pescando, seguro, no quedaba otra que ir al corte y bancarse la tanda de armar a las puteadas un nuevo fin de línea.
Y así, casi desde los inicios, machaqué sobre la morsita cada espira de hilo manijeando una idea fija. Quién diría que a partir de la monopedestación razonaría una mosca… y ahora reparo que los textos me delatan, lo que subo de atado no hacen más que hablar de moscas anti piedras y palos, orientándoles los anzuelos como pulgar en alto.
Mi amigo, el peladito de la Cruz, introdujo al mercado rosarino y a la pesca del Dorado, los exóticos ganchos Matzuo. Simpáticos por su rareza al principio, atractivos por su efecto al final… Este peculiar diseño incita a dedicarle una especial atención como soportamosca.
Uniendo mis conceptos invertidos a la pereza artística, razono las moscas para que simplemente cumplan su asunto de ser atacadas por los peces.
Y este alambre quebrado se juntó con las propuestas del Mauri y del Marce, otro par de amigos estimuladores tempranos, que inspiran emotivamente la pesca de los palos medianos en las claras aguas correntinas… Apuntando a los Salmonardos, y sorprendentes donceles áureos.
Como complemento a la nota de Abril, “A la Pelotita”, no todo es redondito en Scorza. También se da que pinta para darle un rato al forraje, y dejar descansar el revoleo monótono de los caramelitos media hora, que hacen arrebatar a los golosos pacúes, salmones y bogas, como gurises a la piñata.
Con toda esta historia de arrastre me fui rumbeando para bocetar la Palera…
Simple, fiel a mi concepto… Efectiva, lo demostró… Y acá me detengo en una curiosa anécdota que me obliga a poner en juicio el valor de la mosca…
De una revista me piden la imagen de un mosquero capturando un Dorado, porque el redactor especialista en el tema, había abordado el atado de moscas para dorados, con sus justas teorías, análisis y fundamentos, y hasta diseños exclusivos, pero no tenia fotos de dorados en mano… Entonces me pregunto. ¿Hasta cuanto una mosca llega a ser mosca, si no entró nunca a la boca del pez?.
La palera responde a una cuestión básica… evitar atracarse en los palos, así que debe mantener su verticalidad de punta al cielo la mayor parte del tiempo… desde que toca el agua hasta que tantea cada ramita. Lastrada para que inmersa apenas entra al ramerío, dispuesto el peso para cumplir su cometido. Pero, hay que ser sinceró, no existe el gancho que evite un obstáculo al 100%, sino dejaría de ser gancho.
Cuando la mosca da confianza a su natación se agranda la posibilidad de pesca, y meterla en los palos excita la actividad predadora… sino, se puede estar gran parte del día fileteando ramas por fuera, o en la deriva entrante, sacándola antes que acabe en el mejor lugar por miedo a quedar abrochado… y el bicho tiene que estar en su mejor momento o bastante cagado de hambre para salir a buscar esa mosca… Como dice el Marce, primero metela, después que pique, y ahí vemos que se nos ocurre si se arma bardo en el planterío.
El diseño no implica grandes habilidades, materiales extraños, ni técnicas o herramientas complejas… Anzuelo que pinche, lastre que posicione ese anzuelo, más los tres mechones de Craft-fur que den forma básica de pez… No hace falta más nada para tener una mosca que pesca en esos lugares y tipos de aguas; aunque sí le presto especial atención a los colores.
La imitación mas mojarrera arranca de abajo para arriba con el Cream/Sand/Olive; y la mas canibálica es Sand/GoldenYellow/Grey… También en la sintonía monocromática va un patrón todo negro o todo GoldenYellow… Nunca ato una mosca clara con lomo negro, ese contraste la hace ambigua, se muestra clara u oscura…
Después de una buena pesca, lejos del ecléctico mosquetero que se retrata en plena Mesopotamia brindando con bourbon gringo, al tiempo de humear tabaco revolucionario; no hay como homenajearse besuqueando una picuda al filo de los cero grados, mientras un cumpa la relojea deseosa como perrito esperando el hueso…