En este blog se trata de SEGUIR PESCANDO a través del texto para mantenernos conectados con la pesca. Y el de promover diferentes acciones o actitudes para que podamos SEGUIR PESCANDO a través del tiempo.
Aquí encontré la forma de agrupar y compartir algunos textos publicados en diferentes medios donde tomé participación, con el solo interés de difundir mis experiencias y opiniones.
Espero continuar agregando notas que puedan tener interés en los lectores que quieran SEGUIR PESCANDO.

sábado, 19 de mayo de 2012

La Palera… y dale con las invertidas!!!


Apenas arranqué con esto de las moscas, los primeros intentos fueron en arroyos de acceso a pata, sobre todo en sus tramos de suelos fracturados y aguas rápidas que disponían de un dominio acomodado al Dorado…
Recuerdo que mi primera caña fue de fibra de vidrio y mango en goma espumosa, a partir de una buena oferta dispuesta por la Asociación Rosarina que proponía dar estímulo a los iniciados. ¡¡valla si lo hizo!!.
Ahí nomás, con los pesos que rendían poco en época cambiaria jodida, rejunté buena parte de mi equipo portuario y de mar para salir a la calle con el atadito al hombro buscando un nuevo destino… llevaba una vara importada de tres metros sesenta para lance, equipada con su cacerola en tambores de aluminio para competición, y también un malacate rotativo con caña maciza de roldana en la punta para embarque. Artillería bien pesada. Con esto estaba dispuesto a abandonar un estilo conformista y estático.
Así logré el canje en un comercio multirrubro pesqueril, haciéndome de una línea y reel económico que vistiera mi nueva hijita adoptada, más algunos materiales de atado que sirvieron para engendrar mis primeras moscas típicas para Dorado… Concretamente, me afanaron en el trueque, pero me fui feliz y contento de haber completado la metamorfosis.
Listo para encarar esos arroyos, con un doradito por finde y a veces nada, fue suficiente para contraer la fiebre del oro. Ese fervor embriagante por saber más del virus me llevó a cambiar un estilo de vida, a ocupar mas el mate cuando estoy lejos del agua que cuando estoy cerca. Y acá empezaron los problemas… que sin solución no hubieran sido problemas.
Sin dudas, las habilidades físicas en esas tierras disponen de límites que a cada uno le va ajustando las medidas del campo pesca. Mi condición corporal me marginaba a las márgenes casi sin mojarme “la pata”… paradojeando el dicho popular, “para pescar hay que mojarse las patas”, y mi duelo mecánico buscó alzarse ante la lógica de arrimarse al bicho.
Por el contrario, si yo no puedo alcanzar al escamoso paso a paso, de alguna forma llegaré a él… eso me fue llevando a ajustar el equipo, amaestrar la distancia en el lance, o estirar el zoom desde un punto fijo y ampliar el ángulo de enfoque, y especialmente a presionar el ingenio para esbozar las primeras moscas que requerían de una característica distinguible a mi demandante “capacidad diferente” (Que término mas ridículo, por no decir pelotudo, quien no tiene sus capacidades diferentes, desde Messi a cualquier persona que nos rodea tendrá alguna capacidad que lo diferencia)… Lo cierto es que con moscas “convencionales” dejaba el culerio de alambres en cada piedra donde arriesgaba un poco más el tirito… El límite me obligaba a buscar largas metas; y a mayor línea fuera del reel, mayor riesgo de anclar en piedra, a distancias fuleras de recuperar la mosca para seguir pescando, seguro, no quedaba otra que ir al corte y bancarse la tanda de armar a las puteadas un nuevo fin de línea.
Y así, casi desde los inicios, machaqué sobre la morsita cada espira de hilo manijeando una  idea fija. Quién diría que a partir de la monopedestación razonaría una mosca… y ahora reparo que los textos me delatan, lo que subo de atado no hacen más que hablar de moscas anti piedras y palos, orientándoles los anzuelos como pulgar en alto.

Mi amigo, el peladito de la Cruz, introdujo al mercado rosarino y a la pesca del Dorado, los exóticos ganchos Matzuo. Simpáticos por su rareza al principio, atractivos por su efecto al final… Este peculiar diseño incita a dedicarle una especial atención como soportamosca.
Uniendo mis conceptos invertidos a la pereza artística, razono las moscas para que simplemente cumplan su asunto de ser atacadas por los peces.
Y este alambre quebrado se juntó con las propuestas del Mauri y del Marce, otro par de amigos estimuladores tempranos, que inspiran emotivamente la pesca de los palos medianos en las claras aguas correntinas… Apuntando a los Salmonardos, y sorprendentes donceles áureos.

Como complemento a la nota de Abril, “A la Pelotita”, no todo es redondito en Scorza. También se da que pinta para darle un rato al forraje, y dejar descansar el revoleo monótono de los caramelitos media hora, que hacen arrebatar a los golosos pacúes, salmones y bogas, como gurises a la piñata.
Con toda esta historia de arrastre me fui rumbeando para bocetar la Palera…
Simple, fiel a mi concepto… Efectiva, lo demostró… Y acá me detengo en una curiosa anécdota que me obliga a poner en juicio el valor de la mosca…
De una revista me piden la imagen de un mosquero capturando un Dorado, porque el redactor especialista en el tema, había abordado el atado de moscas para dorados, con sus justas teorías, análisis y fundamentos, y hasta diseños exclusivos, pero no tenia fotos de dorados en mano… Entonces me pregunto. ¿Hasta cuanto una mosca llega a ser mosca, si no entró nunca a la boca del pez?.
La palera responde a una cuestión básica… evitar atracarse en los palos, así que debe mantener su verticalidad de punta al cielo la mayor parte del tiempo… desde que toca el agua hasta que tantea cada ramita. Lastrada para que inmersa apenas entra al ramerío, dispuesto el peso para cumplir su cometido. Pero, hay que ser sinceró, no existe el gancho que evite un obstáculo al 100%, sino dejaría de ser gancho.
Cuando la mosca da confianza a su natación se agranda la posibilidad de pesca, y meterla en los palos excita la actividad predadora… sino, se puede estar gran parte del día fileteando ramas por fuera, o en la deriva entrante, sacándola antes que acabe en el mejor lugar por miedo a quedar abrochado… y el bicho tiene que estar en su mejor momento o bastante cagado de hambre para salir a buscar esa mosca… Como dice el Marce, primero metela, después que pique, y ahí vemos que se nos ocurre si se arma bardo en el planterío.







El diseño no implica grandes habilidades, materiales extraños, ni técnicas o herramientas complejas… Anzuelo que pinche, lastre que posicione ese anzuelo, más los tres mechones de Craft-fur que den forma básica de pez… No hace falta más nada para tener una mosca que pesca en esos lugares y tipos de aguas; aunque sí le presto especial atención a los colores.
La imitación mas mojarrera arranca de abajo para arriba con el Cream/Sand/Olive; y la mas canibálica es Sand/GoldenYellow/Grey… También en la sintonía monocromática va un patrón todo negro o todo GoldenYellow… Nunca ato una mosca clara con lomo negro, ese contraste la hace ambigua, se muestra clara u oscura…


Después de una buena pesca, lejos del ecléctico mosquetero que se retrata en plena Mesopotamia brindando con bourbon gringo, al tiempo de humear tabaco revolucionario; no hay como homenajearse besuqueando una picuda al filo de los cero grados, mientras un cumpa la relojea deseosa como perrito esperando el hueso…


jueves, 10 de mayo de 2012

Más allá de la pesca

Para que una persona pueda gozar plenamente de la pesca, además de hacerlo por deporte, debe aprender a convertirse en un estudioso de las cadenas alimentarias, de los cursos de agua, trabar amistad con sus márgenes, con los arboles, los pájaros, el medio general y, sobre todo, llegar a ser un verdadero compañero de las aguas donde arroja el sedal. Michael Frome


Ir a pescar no solo significa sacar peces del agua…
No tengo ningún dato estadístico, pero me atrevo a decir que la mayoría de las veces no nos va tan bien como lo esperamos… y obviamente las salidas de pesca cuando no se pesca, se pierden en la memoria porque además no se cuentan.
Seguramente a medida que vamos adquiriendo experiencia tendremos mayor éxito… y esto se relaciona con aprender a elegir el lugar, la época, el método según la especie que buscamos, etc… pero sobre todo aprendemos a enmarcar las expectativas, pudiendo hasta rescatar como una buena excursión de pesca sin haber tocado un solo pez…
Lo importante es estar al lado del agua, ser protagonista, no hay cursos ni manuales que puedan enseñar lo que se aprende hasta en una mala jornada.
La pesca suele ser una excusa para escaparnos un poco del hormigón y soltar las patas para que los tobillos ejerciten pivoteos sobre un piso desparejo, sirve para sopletear los bronquios con aire puro hasta reventar los botones del pecho y guardar fragancias puras bajo la gorra… o jugar a identificar sonidos a ojos cerrados y rastrear el origen, para después cambiar el enfoque de la vista y descubrir detalles entre formas raras…
Dentro de esas expectativas, dejo que la naturaleza me sorprenda… y la pesca es historia.

Los pescadores con mosca, lejos de la reposera y la campanita, somos de peregrinar bordes de agua, con un tránsito lerdo y pausado tenemos una mirada distinta del entorno… somos de relegar sueños a cambio de realidades, para ganarle al amanecer y meternos dentro de esas vaporosas y descansadas luces que el día nos regala por breves instantes… lo bueno dura poco… y arrancar al filo de un arroyo es magnífico.
Contemplar la naturaleza de esta forma, casi olvidando el objetivo, se forma y se acarrea desde atrás, desde adentro. Aludo a la memoria en compartir con mi papá alguna salida de pesca a un par de cuadras de mi casa de infancia, a él no lo atraía mucho la cañita y cada tanto escoltaba mi naciente pasión… Podía estar horas con los ojos clavados en la boyita soldada al pelo de agua mientras conversaba con mi viejo, dice que yo era muy charlatán y él me daba letra inventando palabras para armar un dialogo casero, recuerdo cuando por ejemplo al pez lo llamaba “pichicatrielo”, al caracol “quirsiricol” y la coqueta golondrina, “Balloncina Doblet”, que planeaba rasante al agua para mirarse en el reflejo.


Ahora, apenas un poquito más grande, cuando salimos a pescar con mis amigos a esos lugares donde dejamos miles de huellas, confieso, hago trampa. Sobre todo cuando el pique viene flojo y el día invita a distraerse por fuera del agua… Ahí finjo pescar un rato y voy dando distancia hasta perderme de vista, me despego del borde para atravesar la espesura cerrada y abrir un nuevo mundo… Ya cambia mi postura, el cuello vira unos grados hacia arriba y agudizo la visión periférica, sigilo el tranco perfilando arbustos para conectarme al entorno, una sombra que me opaque, o una hondonada que suavice la silueta, busco algo que me autorice a entreverarme en el paisaje… Paciente paneo custodio en los detalles que asoman del verdor, mientras los sentidos se van naturalizando.
Apunto y disparo reteniendo para siempre una inmortal imagen, mi imagen, la que cada vez que mire me va a recordar las pericias superadas, la tolerancia térmica, postergar la hidratación, asumir los rayones de la enramada en la piel, hasta la de resistir el mosquito que pincha un nudillo de la mano ejecutora. La naturaleza es así, así la disfruto, y ahora la guardo para mí y para contarla desde una cámara básica y sin accesorios… La que viaja como complemento no indispensable en la pesca y por tal no debe transformarse en un contrapeso.
Cuando hablo de un arrastre generacional en mis gustos, debo declarar que en casa paterna siempre hubo peceras y jaulas, hábitos que se fueron perdiendo y directamente desapareciendo, incluso creo que actualmente se acostumbra mucho menos en la generalidad de los hogares la práctica de tener pájaros encalabozados, por el contrario, la facilidad en el manejo del vidrio y el avance tecnológico para mantener los acuarios, ha logrado confinar con mayor facilidad a los peces como ornamentación domestica. Pero esta no es una nota para analizar esa situación.
Esa herencia de cautivar aves me lleva hoy a tratar de encontrarlas en el ambiente natural, para retractarlas a través de la cámara como una manera de apresarlas en mi pantalla sin agredirlas, y complacer esa necesidad humana de acopiar o retener lo que nos atrae.
Por otro lado, tal vez sea una percepción o cambio de mirada a las aves, pero creo que actualmente tengo la suerte de cruzarme más frecuentemente con pájaros que hace tiempo no solía ver. Me permito improvisar desde una simple observación a través del sentido común, entendiendo que hay algunos factores básicos para que esto ocurra, como la pérdida de sus ambientes naturales que los llevan a migrar a otros y sobre todo los concentra en delgadas franjas marginales, en mi caso, aledañas a cursos de agua; como así también esta reducción de espacio los obliga a exhibirse con mayor soltura a riesgo de ser presas, en principios de sus predadores naturales, bastante diezmados también por la misma causa, pero sobre todo, como yo tengo alcance de lente, otros tienen alcance de bala con la torpeza amparada y cómplice de la ignorancia justificada.

Este recreo complementario a la pesca no surge improvisado, me considero un apreciador de la naturaleza, pero atreverme a grabar y mostrar instantes, viene con el impulso estimulante que me llega a través de revistas, blogs, redes sociales, etc… alimentados por el trabajo que hacen muchos profesionales y naturalistas espontáneos.
Un hondo encanto por ello me lleva a jugar como tales, desde mí limitada capacidad para observar y fijar en un clic ese especial talento que definen a través de un cristal, como al manejo técnico y complejo que asume cada uno al adaptar la tecnología, y hacer que la imagen no solo sea una composición, sino un arte. Eso contagia y especialmente agradezco porque lo disfruto, en cierta forma y cargada de disculpas por mi atrevimiento, con humildad redacto esta nota, pero sobre todo es mi homenaje a quienes promueven el lazo entre las personas y el ambiente natural a partir de lo que nos cuentan con sus miradas.

Leyendas de aves (de: Paraná, el pariente del mar. Rosario 1973. Editorial Biblioteca, Departamento de Publicaciones de la Biblioteca Popular C.C. Vigil)
El Paraná es también pródigo en la algazara y trinos de los pájaros. La leyenda cuenta que los duendes amigos del Paraná y el Uruguay quisieron dar a los pájaros un lugar seguro, y entonces las olas comenzaron a amontonar limo hasta formar inmensas islas donde creció la vegetación. Eran las tierras correntinas y entrerrianas, con árboles de frutos dulces para alimento de las aves: el higuerón, el ubajay, el mburucuyá, el aguaribay, el guabiyú, el aguaí, el guayabo. Como en ese tiempo los pájaros no temían a los hombres, los reclamaron; así, de los guacamayos surgieron los hombres, que comenzaron a hablar. El más ambicioso se impuso a los demás duramente, y luego, olvidando los alimentos frutales, comenzó a cazar y a alimentarse de carne. La leyenda afirma que cuando las aves parecen discutir en las bandadas que pueblan las islas del Paraná, es que se reprochan aún haber traído a los hombres a este mundo, y con ellos, su perdición.

“El mundo no muestra nada a unos ojos sin mirada”, de “Solo Dios sabe” versionado tema al español por García y Aznar, del original “God Only Knows", Beach Boys.